De diarios y nostalgias
Antes de que la literatura juvenil se basara en los bestsellers, cuando los libros se vendían por colecciones y solo la colección de clásicos de Anaya venía en tapa dura, María Gripe era una de las escritoras más populares en España. Sus novelas, de las que había para todas las edades, oscilaban entre el realismo social con un tema central y un pelín de moraleja, muy a la moda de los 70, y toques de fantasía aunque a veces solo supusieran la creación de mundos distintos de éste. Eso daba a sus historias un atractivo enorme, porque si empezabas, un suponer, la historia de una huerfanita bajo la nieve no podías saber si acabaría en un orfanato dickensiano o a lomos de un unicornio parlante.
Las “sagas” eran una rareza entonces. María Gripe tenía la tetralogía de Las Sombras, de la que el cuarto volumen nunca se ha comercializado en España. En el primero, las adolescentes Carolin y Berta se conocen (vamos a no dar spoilers, aunque sea un libro tan antiguo). En el segundo, se van a trabajar juntas al castillo donde viven unos hermanos un poco mayores que ellas, chico y chica. Van a ser sus acompañantes. La chica, Rosilda, no habla por una cuestión psicológica desde que era una niña, y conversa usando cuadernos. El capítulo en el que Berta y Rosilda se conocen consiste fundamentalmente en una descripción de los cuadernos y de la habitación que se usa para guardarlos, toda una biblioteca. Rosilda separa cuadernos para personas especialmente importantes para ella, algo fácil porque en el castillo vive bastante aislada. Siempre lleva como mínimo un cuaderno encima, y los guarda todos. Si por casualidad no tiene uno encima, pospone conversar para más adelante. No signa, y no escribe en papeles sueltos a menos que sea una emergencia.
Lo que se busca en la novela, sobre todo al principio, es transmitir una sensación de opresión. Berta, la narradora de los tres libros, se siente ahogada al pensar en la responsabilidad de que todas tus palabras se queden ahí para siempre. Rosilda las lleva como una mantita: se siente feliz conservando todo lo que ha dicho. Extrañamente, no soy capaz de acordarme de si la habitación de los cuadernos sale ardiendo o la confundo con otra biblioteca.
Cuando leí este libro por primera vez, faltaban unos diez años para que tuviera mi primer blog, quince para que empezara a usar twitter y casi veinte para que usara este último a diario. El libro se publicó en su idioma original en 1984, y por entonces, tener la vida por escrito sonaba tan absurdo que era casi fantasía. Se esperaba que el público se identificara con Berta, no con Rosilda.
Llevo manteniendo amistades por escrito toda la vida, ya sea en papel o en pantallas, pero naturalmente, ha ido a más. Los desencadenantes de un uso cada vez mayor de redes sociales y distintos servicios de mensajería han sido irme a vivir lejos de casi todo (2011), luego por ser madre (2017), y luego por la suma del confinamiento y cambios personales no relacionados con la pandemia (2020). No recuerdo 2018. Hay eventos absolutamente vitales entre 2017 y 2019 que no sé cuándo ocurrieron si no dedico un rato a contar con los dedos. El registro múltiple de conversaciones (twitter, whatsapp, telegram, email) me ha servido de forma constante desde hace algunos años no solo para estar en contacto con seres queridos sino para tener una memoria digital a prueba de luz de gas, insomnio y estrés. Podría vivir sin ello, pero los tres últimos años habrían salido mucho peor sin ese archivo.
Ahora que parece que twitter se hunde, a la de ya, que sí, que esta vez es definitivo, recurrimos a alternativas para no perder a la gente a la que llevamos años leyendo. Con los íntimos queda también alguna forma de mensajería, a muchos los leo también en Mastodon. Pero por razones en las que no hace falta entrar, Mastodon no funciona bien como los cuadernos de Rosilda. Muchos hemos perdido la confianza en twitter, y una de las cosas que más me duele perder si lo abandono definitivamente es ese seguro contra la amnesia.
Tal vez sea un buen estímulo para hacer mejor diario de papel. O tal vez puedo cruzar los dedos para no volver a necesitar un registro externo e inequívoco de lo que me ocurre.
Tened plácidos días de otoño. Recordadlos por el medio que más os guste.
Qué he escuchado: Este mes, nada nuevo ni especialmente interesante.
Qué he visto: la temporada 5 de The Crown, un pelín decepcionante, pero solo un pelín. Wendell & Wild, lo último de Henry Selick, tiene críticas tirando a malas pero a mí me ha gustado muchísimo. En cosas más originales, he visto mi primera película nepalí, Vara, una historia de amor de las que me gustan. Triiiiiiste y leeeeeenta.
Qué he leído: Se me está atascando la lectura, pero he recuperado mi canal de poesía en Telegram. Cinco minutitos diarios de lectura.
El trabajo: Lo malo es que han surgido muchos conflictos en la parte no académica. Lo bueno es que me encantan mis clases. En conjunto, los grupos y yo tenemos una buena dinámica. He sobrevivido al 25N escolar, una fecha que me intimidaba bastante. Me queda organizar “bien” el resto de las actividades del Plan de Igualdad.
¿He hecho algo que no suponga trabajar ni mirar pantallas? He vuelto a hacer pulseritas después de mil años. Me gustaría recuperar la costumbre, que antes me lo pasaba muy bien haciendo bisutería.